Una de las grandes preocupaciones del sistema educativo es lograr motivar convenientemente al alumnado. Si el alumno está motivado aprovechará mucho más las asignaturas, se esforzará y desarrollará muchas más capacidades que si acude a las aulas con desgana. Pero es complicado hallar la clave de la motivación; los alumnos tienen capacidades e intereses diferentes y suscitar el interés en todos ellos es una ardua tarea.
Dentro de Europa, esta cuestión es especialmente grave en España. En España la tasa de abandono escolar después de la educación obligatoria sigue siendo la más alta de toda la Unión Europea; concretamente, de un 22,3%, tal y como señala la oficina estadística comunitaria, Eurostat. La cifra ha descendido con respecto a 2013, que estaba en el 23,6%, pero sigue estando muy alejada del 12% de media de la UE. En países de Latinoamérica, sin tener en cuenta las causas económicas y de pobreza, la cifra también es alta; los alumnos no encuentran una fuerte motivación por la que continuar sus estudios.
¿Qué hacer en esta situación? Está claro que es un problema complejo y que responde a numerosas casuísticas que deben ser analizadas con detenimiento. Pero hay algunas líneas de trabajo que están dando resultado y una de ellas es la introducción de las herramientas tecnológicas en las aulas. Los avances tecnológicos han dado lugar a una forma diferente de entender y de interactuar con el mundo, y los alumnos están más interesados e involucrados cuando esta digitalización forma parte de su aprendizaje. Tal y como señala El Economista, “los últimos estudios señalan que el empleo de aparatos tecnológicos aumenta la motivación y la participación de los alumnos y fomenta su autonomía a la hora de aprender”.
En esta línea, uno de los “ganchos” que está dando más resultado es el uso de simuladores de negocio en la formación, tanto en el ámbito escolar (en el bachillerato) como –sobre todo- en el ámbito universitario. A través de los simuladores de negocio, los alumnos pueden dirigir empresas virtuales y poner en práctica diversos conceptos aprendidos en clase. Esta práctica, además de fijar mucho mejor los contenidos –en la filosofía del “aprender haciendo”-, consigue un alto grado de motivación en los alumnos, que ven la aplicación de sus conocimientos y, por lo tanto, su esfuerzo recompensado. Además, los alumnos pueden competir entre sí, lo que intensifica todavía más el nivel de motivación.
Al final, se trata de aprovechar todo lo que las nuevas tecnologías pueden brindar para conectar con los alumnos e intensificar la enseñanza, haciendo del estudio un camino más emocionante y retador.